Enrique Aliste, Premio Nacional de Geografía 2018

"Me interesa hablar sobre qué tipo de territorio estamos construyendo socialmente"

Interesa hablar sobre el territorio que vamos construyendo socialmente

El geógrafo titulado de la Universidad de Chile, investigador, Director del Departamento de Geografía de la FAU, profesor también en la Facultad de Filosofía y Humanidades, recuerda que su primera reacción al conocer que había obtenido la más importante distinción que se entrega a los geógrafos en Chile, fue de sorpresa. Sorpresa incluso desde antes, cuando se enteró de que había sido nominado.

“Es de esas cosas que suceden, pero que uno no espera. Primero me sorprendí cuando colegas de varias universidades (UC, UC del Norte, Austral, entre otras) me señalaron que me estaban postulando al premio, pregunté ¿en serio?”, asegura.

¿Por qué?

Mi primera reacción, porque existe un acuerdo muy claro de lo oportuno y necesario que es esta distinción, fue pensar que tal vez es muy pronto. Hay muchos otros colegas que llevan mucho más tiempo en esto, pero me dijeron que no tiene que ver con una cuestión de tiempo, sino más bien con el tipo de aportes que uno ha hecho a la disciplina. Me señalaron que aquí hay una señal clara de renovación, de una mirada distinta de lo que debe ser la disciplina en los últimos años, y eso, según ellos ha venido de la mano de mis aportes.

Ya transcurridas algunas horas desde el anuncio de este reconocimiento, el académico, con cursos de doctorado en Francia y parte del claustro del doctorado en Ciencias Sociales y del doctorado en Territorio, Espacio y Sociedad, ambos de la casa de Bello, asegura sentirse “halagado y muy satsifecho”.

“Está la sensación de que el esfuerzo de años vale la pena, esfuerzo que tiene que ver con la pasión que uno imprime a lo que hace. A mí me gusta mucho lo que hago, para mí no es una pega, no, me apasiona, me gusta mucho, lo disfruto”, expresó.

Aunque en ocasiones uno siente que está en tantos frentes al mismo tiempo que cuesta tomar plenamente lo que significa esta dedicación, es difícil cumplir en todos los ámbitos al mismo tiempo y con la misma energía o dedicación y uno a veces siente que flaquea. Me inquieta a veces mi demora en lo que es corregir tesis, pruebas, pero me demoro, y cuando me demoro siento que estoy fallando en eso, pero por otro lado trato de mantener un ritmo de escritura, que sé que es intenso, pero cuesta parar cuando uno está investigando y ve que aparecen antecedentes, relaciones, algunos hallazgos que dan cuenta de procesos, y también da cierto grado de inquietud de no poder responder a todo lo que uno quisiera responder en su momento.

Me pasa a veces que frente a situaciones de la contingencia he comenzado a escribir columnas, que luego no termino porque tengo que corregir pruebas, tengo clases. De hecho, mucho colegas, particularmente de afuera, me dicen que no pueden creer que hagamos tantas clases. <<Tú que escribes, que viajas, que dictas conferencias, que estás en comisiones internacionales, y tienes que hacer tantas clases>>, me señalan. Pero es parte de la virtud del ejercicio y el oficio, a mí me encanta hacer clases, pero de pronto uno siente que a veces no se puede hacer todo lo que se quiere, pero le hago empeño.

El profesor Aliste es casado hace 7 años con Andreza y tiene una hija de 5 años, Manoela, quienes comparten su felicidad por el premio obtenido. “Manoela aún no entiende mucho, quería ver el premio, pero está feliz porque su papá ganó un premio”, cuenta. Además, declara que duerme poco, que trabajando con ingenieros aprendió a valorar y organizar sus tiempos, por tanto, a pesar de tener muchos compromisos siempre tiene tiempo para compartir con su familia: “me organizo porque para mí es sagrado salir hacia mi casa a las 18.30 horas y compartir con ellas, además no tengo Facebook, eso me ayuda a dedicarles más tiempo”.

¿Cómo surge su relación con la Geografía?

El año 90 entré a estudiar Geografía, pero primero, el 89 ingresé a Ingeniera Mecánica en la USACH, lo que tiene que ver un poco con lo que le dicen a uno que tiene que hacer cuando sale del colegio. Pero yo tenía una pasión, me gustaba subir cerros, iba al cajón del Maipo y subíamos los cerros. Soy de Puente Alto, subía con mis amigos a los cerros, conozco muy bien ese sector de “La Obra”, “El Canelo”, me gustaba conocer los árboles, saber sus nombres, generé un apego con lo que en ese tiempo yo conocía como la vida natural, la vida silvestre.

Después del paso poco afortunado por ingeniería, porque me fue mal y me di cuenta que no me gustaba, descubrí que uno tiene que hacer lo que le gusta y vi que existía una carrera “rara”, que era Geografía, y en ese momento como todos me pregunté “¿qué hace un geógrafo?”. De hecho, hasta el día de hoy mucha gente me lo pregunta, entonces comencé a indagar y vi la cantidad de cosas que se pueden hacer y muchas de ellas tenían que ver con esta pasión que tenía por conocer lo que era la vida natural. Ahí me di cuenta que se abría todo un horizonte de conocimientos del cual yo no tenía mucha información, y es algo que se sigue viendo, porque en la enseñanza escolar hay un debilitamiento de lo que significa la información en torno a la Geografía, lo que lleva a un desconocimiento de lo que es este campo tan rico en actividades.

¿Cómo fueron sus inicios laborales?

Egresé y trabajé casi 10 años en consultoría en medio ambiente y estudios territoriales. Esto yo lo defino como un postgrado, porque aprendí de muchas otras disciplinas. En esa empresa lo que más hacíamos era dialogar entre disciplinas con una visión del mundo totalmente distintas. Trabajé con economistas, con ingenieros civiles, con arqueólogos, con paisajistas, biólogos, con miradas y ópticas más asociadas a la Sociología, y me di cuenta que había piezas que podían hacer un clivaje entre todo esto, y esas piezas éramos los geógrafos que trabajábamos ahí.

¿Y la carrera académica, cómo se inicia?

Egresé el año 94, que es el mismo año en que se promulga la Ley de Base del Medio Ambiente. Con esa promulgación comienza a surgir la idea y la exigencia que los nuevos proyectos de inversión que cumplían con ciertas exigencias, tenían que tener estudios o declaraciones de impacto ambiental y era algo que en ese momento pocos profesionales a nivel nacional conocían y entendían de qué se trataba. Ese fue una especie de regalo en bandeja que llegó a quienes ejercíamos en geografía, porque habíamos sido formados con esta mirada.

Los geógrafos así como teníamos una comprensión en el campo de las ciencias naturales, también la teníamos en el campo de las Ciencias Sociales, entonces este dialogo entre dos mundos ayudó muchísimo a esa parte del ejercicio profesional, pero fue lo que a mí me comenzó a inquietar desde el punto de vista de lo que significaba aportar a una particular forma de entender, porque me daba cuenta que entendía lo que decían las Ciencias Sociales y lo que decían las Ciencias Naturales y exactas, se producía un fenómeno que en ese momento no lograba ver, pero después entendí que tiene que ver con la constitución de una suerte complejidad del conocimiento y que tiene que ver con los diálogos de la interdisciplina.

Ante eso tomé una primera opción que fue inscribirme en un diplomado en la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile, que tenía que ver con intervención social. Ahí comencé a sentir una inquietud, porque veía que había aspectos que podían resolverse relativamente bien, desde el punto de vista de lo que aportaban ciertas técnicas del conocimiento, ciertas formas de enfrentar metodológicamente el conocimiento, y que estaba en el ámbito de las ciencias exactas en general, pero algo distinto pasaba cuando las Ciencias Sociales tenían que interactuar con disciplinas que tenían otras formas de ver, entonces hice este primer postítulo tratando de profundizar en las Ciencias Sociales y me entusiasmé mucho más en tener una mirada al medio ambiente un poco más compleja. Ahí decidí hacer el Magister en Gestión y Planificación Ambiental acá en la Chile. El tema de mi tesis fue bastante disruptor en ese momento, porque fue “Incorporación de las ciencias sociales y humanos en la gestión ambiental”, lo que en aquel entonces no estaba asimilado como hoy. Ahí comienzan a surgir preguntas muy diferentes, como se trae todo este campo de conocimientos y una forma de razonar tan distinta al ámbito de la gestión, pero también como el ámbito de la gestión es capaz de acoger formas de mirar distintas en lo que significa la construcción del conocimiento.

¿Las respuestas a esas preguntas lo llevan a ejercer la docencia?

Eso que me permitió resolver y defender un trabajo de tesis, abrió nuevas preguntas, para ver cómo pensar las transformaciones del territorio tenían una mirada diferente, al comenzar a indagar en las miradas de largo plazo, en la perspectiva geohistórica, al incorporar la variable cultural y ambiental anclada a los conocimientos territoriales, fue cuando encontré en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris una formación que se llamaba “Territorio, Sociedad y Desarrollo” que se resumía en Estudios del Desarrollo, donde conocí a un importante geógrafo desde las miradas geohistóricas que es Alain Musset, quien aceptó guiar mi tesis doctoral. Ahí comencé a apasionarme más por la investigación y la docencia.

¿Y cómo llega a ser profesor en la FAU?

El año 2004 se abrió concurso en el Departamento de Geografía, para dictar clases en Geografía Cultural en el área de Geografía Humana, era algo que yo venía trabajando y que fortalecí en mis estudios de postgrado y trabajos de tesis. Fui seleccionado y desde entonces sigo acá.

Usted es reconocido por sus investigaciones, ¿cómo ha sido su relación con ese mundo?

Desde mi formación me comencé a aventurar en la investigación, lo que genera un ritmo de trabajo intenso y anclado en las exigencias de lidiar con literatura y comenzar a escribir, lo que no es fácil y que requiere esfuerzo y lleva a que uno genere conocimientos complementarios. De hecho, muchas veces me preguntan si yo soy antropólogo o sociólogo, porque uno inevitablemente conoce de muchas cosas.

¿Cuál fue la reacción de sus colegas de la FAU al enterarse de la noticia de su premio?

Han tenido muestras de cariño muy bonitas. Primero que todo, agradezco que respaldaran la postulación, fue muy estimulante que la iniciativa surgiera de otras universidades, le da un valor especial, pero el cariño de mis colegas es muy gratificante. Además, he recibido saludos no solo de colegas de la geografía, sino también de otras disciplinas, lo que me emocionan aún más.

¿Qué desafíos le presenta este reconocimiento?

Me plantea desafíos grandes, hay cosas que pasan en Chile, y que como Premio Nacional, junto con Belisario Andrade, lo que digamos es relevante, sobretodo en los temas territoriales. No podemos estar al margen, por ejemplo, de lo que está pasando con el litio, en Puchuncaví, en Quintero, en el Sur con el tema forestal, en Isla Riesco, lo que sucede con el valor patrimonial del territorio, además, con los procesos territoriales que hoy no son visibles, pero que probablemente anticipan situaciones de mucha mayor complejidad, por ejemplo, en temas forestales o en territorios australes, sobretodo en Patagonia.

Hay una privatización de los discursos ambientales que es preocupante. Tenemos una responsabilidad grande, yo soy reacio y cauto al emitir opiniones, pero me interesa hablar sobre qué tipo de territorio estamos construyendo socialmente, ahí me interesa tener una voz autorizada, pero desde la responsabilidad, hay una responsabilidad ética muy grande.

¿Qué le gustaría en el futuro comentar en Geografía?

Me encantaría que nosotros pudiésemos generar instancias de intercambio sobre cómo vemos, me resulta atractivo y necesario, que frente a fenómenos complejos tengamos miradas distintas de tantas disciplinas e incluso desde una misma disciplina.

Mi pregunta tiene que ver con cómo nosotros logramos construir a partir de estas diferencias, qué significa la vida social, cuándo se comienza a avanzar a partir distintos ámbitos del conocimiento, y uno los trae a instancias potentes como la construcción del territorio, se da cuenta que es un tema complejo, aunque complejo es una palabra “tramposa”, porque actúa como atenuante para enfrentar un tema con dedicación y en profundidad, pero en realidad, cuando los geógrafos la usamos, es porque estamos aceptando un desafío en lo que significa investigar en este campo, tenemos que ser muy decididos desde el punto de vista de la acción.

Me gustaría que en 10 años se incrementara la investigación en temas territoriales, que atañen a la geografía, pero que además se abran a distintas perspectivas del conocimiento, los temas territoriales no son de uso exclusivo de la Geografía, pero sí creo que los geógrafos tenemos una oportunidad tremenda porque sabemos ver, entender y dialogar de manera interdisciplinar, sabemos hacer síntesis de las distintas miradas que se construyen.

Pero me gustaría que esto estuviera más respaldado desde una acción más decidida del sistema de la ciencia y tecnología en Chile, entendiendo que este tipo de construcción de conocimientos y el desarrollo tecnológico, requieren de una actitud más decidida de un Estado que cree en el futuro o que quiere tener una perspectiva de futuro como país, sin ciencia o tecnología esto no se logra.

Me gustaría que pudiéramos decir en unos años más que logramos hacer entender al país que la relevancia de la investigación no tiene que ver con un gusto que se dan ciertas personas, sino que tiene que ver con cómo responsablemente se aporta el conocimiento que necesitamos como sociedad para avanzar o para constituirnos en lo que nosotros pensamos que debemos ser como sociedad.

Es un desafío grande que no sé cómo se hace, pero cuando recibimos un reconocimiento como éste, trae consigo el desafío de estar disponibles a participar de las instancias que están llamadas a esto y eso significa llevar adelante la voz de todos quienes tenemos la distinción de lo que significa el conocimiento en el desarrollo de un país.

¿La Universidad es fundamental en esto?

Para mí es muy importante llevar el nombre de la Universidad de Chile, no me imagino hablando siempre en nombre de la U de Chile, para mí es un sello imborrable, como dice el Rector Vivaldi “uno camina y se mueve como profesor de la Chile”, tiene que ver con una identidad muy fuerte que se genera, por tanto, para mí es muy especial y satisfactorio recibir este premio en nombre de la U. de Chile.

¿Y la FAU, qué tiene que esperar de esto?

No tiene que esperar nada, la comunidad de la Facultad nos tiene que exigir estar a la altura de las circunstancias. La responsabilidad es muy grande, el modo como se construye una forma muy particular de hacer universidad, uno ama lo que hace, como Facultad debemos reconocer más lo que hacemos y tenemos, nos falta contar más la cantidad impresionante de cosas que hacemos, a veces nos concentramos mucho en lo que hacemos y no lo visibilizamos.

¿Qué le parece compartir este premio con el profesor Belisario Andrade?

Para mí fue bonito, porque todos quienes estamos en el ámbito de la geografía y su enseñanza, sabemos la trayectoria del profesor Andrade, sabemos que tiene muchos años dedicados a difundir el conocimiento de la geografía física, de los paisajes litorales, que ha formado muchas generaciones y además que hoy sea un profe invitado a la FAU es relevante para nosotros.

El tiempo de ejercicio que tiene me hace pensar en un justo reconocimiento y compartirlo con él es un honor muy grande y es muy estimulante, porque venimos de áreas distintas, pero con esto se genera una fraternidad interesante, pero además redobla la responsabilidad que conlleva este premio, más aún si hace años no se entregaba.

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