Carta del Profesor Hugo Romero: Cincuenta años de geografía

Carta del Profesor Hugo Romero: Cincuenta años de geografía

El hecho de estar siempre viajando se podría relacionar con dos características personales significativas. Primero, el apellidarme Romero, que desde luego alude a quiénes participan permanentemente en romerías y que, como dice el poeta León Felipe: “Ser en la vida romero, romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos. Ser en la vida romero, sin otro nombre, sin más oficio y sin pueblo”… “Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo, ni el tablado de la falsa ni la losa de los templos…”.

La segunda característica, el ser geógrafo, con todas las obligaciones establecidas por El Principito para quiénes se han formado en esta disciplina de viajeros y asombradores de lugares.

El punto es que, un primero de septiembre de 1969, yo y mi colega Jorge Ortiz, fuimos nominados por concurso Ayudantes Meritantes, una desaparecida figura funcionaria de la Universidad de Chile, por la cual se encomendaba a quiénes demostraran talento e interés académico, comprometerse desde entonces en una carrera de vida que dedicada a esta institución, implicaba ser parte de una identidad única y permanente. Una camiseta sin cambio plausible.

En medio de la Reforma Universitaria de 1968, los jóvenes estudiantes y académicos desplegábamos nuestras mejores energías para representar al interior de la Universidad los inmensos deseos de cambio socio-económico y cultural que remecían al país, sin imaginar siquiera los aciagos días del futuro. Formamos el Departamento de Geografía de la Sede Valparaíso de la Universidad, entonces realmente nacional por su presencia territorial e cada una de las regiones, y ocupamos hasta fines de la década de 1970 una vetusta casa de la Avenida Gran Bretaña en el cerro Playa Ancha, símbolo del patrimonio de esa ciudad que ahora se cae a pedazos. Las crujientes maderas de esa edificación se confundían con los llamados libertarios para construir una Geografía sumada a los profundos cambios que el país reclamaba.

Fue muy triste tener que abandonar esa casa y ese proyecto cuando las autoridades impuestas por la dictadura dictaminaron que no encuadrábamos con las nuevas políticas de la Universidad. Recuerdo al Secretario de la Facultad-que era al mismo tiempo el dirigente más relevante de un partido nacional socialista- ejecutando la acción de despedirnos, no solo a nosotros como jóvenes académicos, sino además de iniciar la destrucción de la unidad académica, incluida la quema de los libros que todos habíamos donado como aporte a la Nueva Universidad. En su cuello, recuerdo perfectamente, destacaban unos tréboles de cuatro hojas que constituían condecoraciones por servicios prestados y por haber donados sus joyas al gobierno impuesto por la fuerza. 

De la misma manera, las expulsiones de la Universidad constituyen tristezas imborrables en este medio siglo dedicado a la enseñanza e investigación en geografía, particularmente cuando se repitieron en 1981 y en 1988. En el primer caso, por no haber aceptado sustituir a un profesor que debía abandonar la Universidad por ser sospechoso de subversivo. La segunda, porque un Rector Designado para controlar los esfuerzos de democratización de las facultades decidió suprimir los puestos de trabajo de cientos de académicos, incluidos decenas en el caso de la FAU, en un último e inútil esfuerzo por doblegar la resistencia al interior de la Universidad. En aquella ocasión y como ejemplo de la innegable influencia socio-política de ésta, un renombrado columnista del principal periódico del país, presagiaba que de aceptar la democratización de la Universidad de Chile, el gobierno se vería obligado a aceptar la democratización del país, tal como ocurrió.

El regreso a la Universidad siempre se debió a la presión ejercida por colegas académicos y estudiantes que luchaban no solo por asegurar la libertad de pensamiento al interior de nuestra casa, sino también por contribuir a la construcción de una sociedad democrática, más justa y equitativa, pero sobre todo, comprometida con el respeto a los derechos humanos, tan severamente violados durante los obscuros tiempos que acompañaron a una buena parte de este medio siglo de permanencia. Esta conmemoración es un momento propicio para reconocer sus esfuerzos y agradecerles la oportunidad de continuar al interior de nuestra Alma Mater.

También es un momento oportuno para reconocer a todos aquellos que mediante la censura y la persecución, nos obligaron a imponer a la calidad académica como única garantía de permanencia. Las exigencias autoimpuestas como cuestión de sobrevivencia familiar e intelectual y como respuesta a las ofensas, fueron compensadas por otros tantos colegas y autoridades que nos brindaron protección y apoyo y la enorme satisfacción que ha significado participar en la formación de centenares de estudiantes de geografía y medio ambiente no solo en Chile, sino que también en diversos países latinoamericanos.

Muchos de nuestros alumnos de ayer son hoy académicos y se desempeñan en instituciones de la región y en la propia Universidad de Chile, otorgando continuidad a una noble e imprecedera posta de renovación generacional. Posiblemente uno de los mayores orgullos es interactuar con ellos en su condición actual de expertos, doctores, investigadores y profesores del propio departamento de geografía, así como compartir la entrega de la docencia de pre y postgrado, la ejecución de proyectos conjuntos de investigación y, por sobre todo, el crecimiento que hemos experimentado sobre la base del trabajo compartido y de permanentes diálogos y discusiones .

Por otro lado, varias décadas dedicadas a la investigación científica han resultado en la edición y publicación de varios libros en el país y el extranjero, numerosos artículos (cerca de 400) y la dictación de muchas conferencias en los cinco continentes. El desempeño como profesor visitante en universidades de Europa, Asia, Norteamérica y América del Sur ha implicado un gran impulso al perfeccionamiento y actualización en estos cincuenta años, que comenzó siendo meramente personal, para posteriormente abarcar a la totalidad de los miembros de la unidad académica, lo que llevó a posicionar recientemente al Departamento de Geografía de la Universidad de Chile entre los mejores del mundo, según los rankings internacionales que valoran especialmente la productividad académica expresada en la participación en publicaciones indexadas, y los indicadores de citación de nuestra producción por parte de autores provenientes de la propia geografía y de disciplinas afines repartidos en los diversos países.

La Sociedad Chilena de Ciencias Geográficas me otorgó el Premio Nacional el año 2013 en reconocimiento a la contribución en la generación, enseñanza y difusión del conocimiento disciplinario, algo que fue ratificado en los mismos términos en el XXXIV Encuentro de Geógrafos Latinoamericanos (EGAL) celebrado en Ecuador en abril de 2019, al concederme el Premio Milton Santos, que es el principal galardón al que podemos aspirar los académicos de la región. Evidentemente, ninguna de estas premiaciones ni de las inconmensurables satisfacciones que han predominado en esta ya larga vida académica de medio siglo, habrían sido posibles de no contar con el apoyo y colaboración de mis familiares, por un lado, y de los compañeros de trabajo, autoridades y alumnos de la Universidad de Chile, a quienes me corresponde agradecerles por estos cincuenta años de dedicación ininterrumpida a una ciencia tan hermosa como la geografía.

Esta ciencia está sólidamente asentada en los sistemas nacionales e internacionales de investigación científica, aporta decididamente al conocimiento de asuntos de particular relevancia para el mundo actual, tales como los cambios ambientales globales, la solución a las desigualdades socioeconómicas prevalecientes, la detención del deterioro de los recursos naturales y la comprensión de las vulnerabilidades sociales y de las amenazas naturales que disparan los desastres socionaturales. Su visión multiescalar la define como una ciencia que analiza las relaciones acumulativas y sistemáticas que acoplan a la economía y sociedad global con las especificidades regionales y locales, a las corporaciones e instituciones transnacionales con los ciudadanos de a pié de comunidades urbanas, indígenas y rurales.Su capacidad de integración de la sociedad con la naturaleza le aseguran un diálogo igualitario con las ciencias sociales, humanas y naturales, que es estimulado por su vocación interdisciplinaria y democrática, interesada en solventar y empoderar con sus hallazgos la participación de los diversos actores sociales en la adopción de decisiones de bien común.

La localización del Departamento de Geografía en una Facultad de Arquitectura y Urbanismo a contar de 1985 ha sido un hito en la presencia universitaria continental. Chile es el único país donde esta ciencia se inserta en una comunidad académica con esta especialidad, predominando en el resto, su participación en las facultades de geociencias, ciencias sociales, filosofía o ciencias humanas. La imposición política de ubicarla en esta Facultad para conseguir su extinción, retardó innecesariamente el cultivo de las oportunidades para fortalecer una visión académica integrada del espacio, que abarque desde la globalidad y la internacionalización, hasta los paisajes culturales y naturales de los campos y ciudades, incluyendo objetos materiales e inmateriales que construyen la vida de los lugares.

Afortunadamente, la presencia numerosa de académicos de departamento entre las actuales autoridades universitarias y la amplitud, comprensión y espíritu de colaboración del conjunto de éstas para con nuestra unidad, han disipado las dudas sobre lo adecuado de nuestra permanencia y fortalecido la idea de que podemos avanzar por caminos de integración interdiscisplinaria únicos y requeridos, como lo demuestra nuestra presencia masiva en el Doctorado Territorio, Espacio y Sociedad iniciado en 2018.

Es de esperar que los desafíos contemporáneos que plantea la sociedad de la información a las ciencias, contribuya a consolidar la epistemología, ontología y metodología del diseño, no solo como una disciplina más al interior de la Facultad sino que como un paradigma que ampara una amplia base de interrogaciones que cuestiona los silos de conocimientos aislados e inalcanzables para la sociedad; al colonialismo en que nos encontramos inmersos en perjuicio de la revalorización de los propio y vernacular, e impulsa la creación, co-producción de conocimientos y aplicaciones en los territorios propios y ajenos, para que los espacios públicos, comunitarios, recíprocos, solidarios, justos y equitativos, y de bien común, predominen para beneficio de todos y sean el prinicipal aporte al país de la Universidad que nos ha permitido que los cincuenta años se confundan con un soplo de tiempo .

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