Columna de Opinión: Prof. Yasna Contreras

Qué está pasando en las periferias en su llamado de atención social? Tenemos que estar atentas/atentos. Muchos lugares están siendo invisibilizados y las familias están cargadas de dolor y desesperanza. Muchas de ellas/ellos no tenían, ni tendrán espacios de juegos, áreas verdes, ciclovías, centros culturales ni menos movilidad. Muchas de ellas/ellos están marcadas por la represión histórica que se devela en la forma en que sus territorios fueron concebidos: al margen de todo. La desigualdad y la represión las y los sigue matando.

¿Cuántos y cuántas hemos tenido la profunda necesidad y sensibilidad de cuestionarnos lo que sucede en las periferias de nuestras ciudades? La discusión que planteo desea apartarse de lo puramente teórico. Más bien, enfrentarme como académica privilegiada a lugares en los que he habitado y en otros, donde nunca he vivido.

Si bien no hay consensos, la periferia se define como el territorio alejado y desconectado del centro de las ciudades. Algunos refieren a la periferia como aquellos asentamientos residenciales con déficit de servicios públicos, resultantes de los procesos de periurbanización de metrópolis latinoamericanas o bien, como espacios dormitorios, que coexisten con grandes centros comerciales. Para otros, las periferias son espacios de pobreza, en tanto, el Estado históricamente, ha concentrado viviendas de interés social en lugares desprovistos de acceso a servicios y movilidad.

Más que seguir focalizándome en la discusión sobre lo que es o no periferia, deseo invitarlos a una reflexión, que se materializa y aflora el 18 de octubre del 2019, dónde se territorializa el habitar al margen de lo que nos dignifica. Lo que sí cuestiona el movimiento social desde el 18 de octubre es la forma desigual de tratar las periferias. Aquellas donde había represión sigue existiendo, pero con una nueva naturaleza que exige cuestionarla.

La periferia la analizo como todos los territorios que están al margen, que están disputando un derecho, un espacio de reflexión y que pueden existir en el centro de los territorios; en lo que bordea al centro o denominado pericentro, y en la clásica periferia, como el espacio transicional entre el supuesto campo y la urbe. La o las periferias no emergen el 18 de octubre como espacios de la desigualdad. Históricamente se han configurado como territorios que se matan, dada la producción desigual del espacio.

Paradojalmente un espacio central de la ciudad como la Plaza de la Dignidad, podríamos definirla como el territorio donde “convergen las periferias”, es decir, es ahí donde miles de familias están canalizando demandas desoídas por largos años. La Plaza de la Dignidad se ha convertido en una trinchera y en una frontera que define la diferencia entre la supuesta normalidad y la lucha. Una frontera donde los Carabineros -que no son parte de la élite- protegen la periferia de los privilegiados. Es una frontera donde de un lado, está la supuesta normalidad establecida en la Constitución de 1980, pero del otro, hay un espacio que intenta sortear el margen y establecer reivindicaciones por un espacio de justicia social.

La Plaza de la Dignidad como convergencia de las periferias, es una frontera y una periferia en tanto, una parte de dicho territorio está al margen de lo que el Estado Nación, concibe como lugar de expresión y libertad. Emerge así una pregunta: ¿Resulta casual que la estación de metro Baquedano esté cerrada si se configura como una rótula y un sistema donde circulan familias de diferentes partes de la ciudad? Ustedes pueden responder libremente. Da la impresión que su cierre, representa la no comprensión de las demandas sociales por justicia y movilidad.

La Plaza de la Dignidad como convergencia de las periferias, es un área supervigilada. Es el espacio donde se pide permiso y se reprime solo por pensar distinto o luchar por derechos universales que emigraron del papel. Podemos marchar en paz, pero los balines y los carros con bombas lacrimógenas, interpelan nuestra dignidad de seres que estamos luchando, sin importar origen, color, raza, género, pertenencia a un club deportivo o nacionalidad.

Resulta paradojal nombrar la Plaza de la Dignidad como periferia. Sin embargo, ahí se están encontrando familias de todas las partes de la ciudad. Aquellas que dignifican su habitar; aquellos que interpelan al Estado sobre cómo y a qué valor histórico se deben mover por la ciudad.

La periferia de la Plaza de la Dignidad pone en cuestión sentirse al margen, en tanto, al evidenciar la búsqueda de dignidad colectiva nos vuelve al centro del territorio; al lugar donde todas/todos podemos llegar, caminando, en bicicleta, Transantiago, moto, en auto. Por ende, también, interpela el significado histórico de moverse al margen. Esta periferia tiene la virtud de ser la más visible, en tanto, está cargada de celulares, videos, imágenes, fotografías y pancartas que, en algún momento de esta historia, servirán para enjuiciar.

Hay otras periferias: las del miedo y la protección, las menos visibles donde históricamente la desigualdad los ha oprimido. Aquellas que están al margen de todo. Aquellas que ha sido materia de libros, artículos, canciones, fotografías, pinturas, obras artísticas, entre otros. También son aquellas que siguen acuñando la idea de gueto. Algunos/algunas se habrán preguntado si a las familias de las tradicionales periferias les gustará que les digan que viven en un gueto o en una zona roja? Algunas (os) tendrán la sensatez de explicarles a las familias las cargas negativas que pesan sobre estos lugares… ¿Cómo se nos ocurre estereotipar los territorios en nuestra condición de extranjeros o de sujetos privilegiados? Lo más justo, es ponernos al servicio de las comunidades para ver cómo podemos apoyarlos, en contextos donde sus derechos básicos están siendo vulnerados y no los estamos viendo, o a lo mejor no deseamos ni escucharlos.

No puedo dejar atrás todos conversaciones anónimas y videos que he visto en un manto de silencio que solo evidencia la búsqueda de resguardarnos en dos sentidos: a) En aquellas/os que entregan testimonios sin videos o con videos que graben sus pies, porque están cansados de que sus poblaciones y barrios sigan siendo objeto de abusos y difusión; b) La necesidad de resguardarse, en tanto, muchas y muchos están siendo amenazados por difundir o intentar mostrar videos de sus familiares siendo maltratados. De mostrar imágenes de saqueos, extraños por decir menos; aquellas con miedo de salir de su población, no por miedo a los vecinos o a los supuestos narcotraficantes, más bien, con miedo a la represión.

No nombraré aquí ningún lugar. Para algunos resultará cuestionable. ¿Pero para qué seguir nombrando barrios y poblaciones? ¿Para que intervengan Carabineros, Policías, Ejército y el propio Estado con políticas que invisibiliza las necesidades, los miedos, las desesperanzas? ¿Con políticas que los han encarcelado fuera de las tradicionales cárceles?….¿Para qué nombrar? ¿Para alimentar algunos reportajes que hacen del dolor una mercancía que se expone en la prensa como mecanismo de distracción de la atención social?

Duele que algunas (os) te digan: Me quiero ir de acá, pero no sé cómo…. Me siento en la cárcel y, además, vigilada (o)……… El control urbano, la Ecología del Miedo de Mikes Davis, penetra fuertemente aquí, desde la lógica del Estado que ha infundido terror en periferias y poblaciones históricas que, en la mayoría de los casos, aspiran a que sus espacios se dignifiquen.

Duele recorrer, por ejemplo, el borde oriente de la ciudad de Santiago en torno al canal Las Perdices y asumir que otros viven escuchando el canto de los pájaros, inmersos en un mar verde, al que otros no pueden acceder. Duele ver que periferias ricas de este país tienen supermercados en horarios más extendidos, con algunas familias que llevan más de tres carros de supermercado. Duele escuchar a familias que te dicen: Yo nunca había ido al Jumbo…….. Es bien bonito, pero me gasté todo el sueldo…, ¿Por qué no tengo supermercado o farmacia cerca? ¿Cómo hacernos cargo de la desigualdad si hasta en los productos que se ofertan en diferentes supermercados se atropellan los derechos básicos de todo ser humano de tener acceso digno?

Duele cuando algunas (os) vecinos te dicen ¿Por qué el Estado se siente con el derecho a decir que merezco una vivienda digna, como si mi casa no fuese digna? Duele que no se reconozca el esfuerzo de tantas familias que viven en asentamientos informales, mal llamados “campamentos”, como forma de transar el pago de la educación de sus hijas/os; como estrategia frente a la especulación inmobiliaria que los relega, o como simple deseo de autoconstruir aquello que realmente los y las dignifican. Viajen algunos a mirar el trabajo de comunidades en asentamientos informales. Viajen para crear y aportar, no para extraer su capital social. Viajen para generar tantos proyectos “sin cobrar”.

Angustiada me he preguntado: ¿Por qué generar un supuesto desabastecimiento? ¿Por qué dejar a muchas y muchos trabajadores que vienen de periferias de esfuerzo sin transporte público? ¿Por qué dejarlos que sigan viajando tres horas de ida y vuelta? ¿Por qué no hacernos cargos de trabajadoras (es) que históricamente se han levantado a las 5:00 de la mañana y que están pidiendo la salida y la entrada en un espacio que le es propio, pero que ha sido arrebatado por este Estado opresor?

No busco escribir teoría, deseo que esto apele a la conciencia de quienes tenemos el privilegio y el derecho constitucional de seguir con trabajo y de poder movernos hacia dónde queramos. De que nuestros derechos básicos como salud, educación y sueldo mensual, estén relativamente seguros. No puedo negar mi condición, ni mi posición, por eso me duele aún más, recorrer las periferias, los territorios al margen y marginados. Por eso apelo a lo que Goran Therborn tituló “The Killing Fields of Inequality” o bien, “La Desigualdad Mata”, porque eso ha sucedido por más de 50 años.

En muchas periferias los niños y las niñas no pueden asistir a sus jardines infantiles, ni a sus colegios. Sus tías y profesoras (os) no pueden llegar, entonces: ¿Quiénes se hacen cargo de ellos/ellas? ¿Quiénes apoyan a sus madres, padres que deben movilizarse a largas distancias, o bien, han perdido sus trabajos en el último tiempo?

¿Cuántas familias siguen viendo los brutales enfrentamientos entre narcotraficantes disputándose el poder por múltiples causas? ¿Quiénes están asistiendo a las familias que no pueden dormir ni salir con calma en los territorios donde han vivido históricamente? ¿Por qué el Estado invisibiliza esas realidades? ¿Por qué algunos testigos te dicen: no muestre el video: corro riesgo y usted también…..Algunas te dicen: Me están siguiendo; me han borrado imágenes. Incluso, otros advierten: A mi población, usted ni nadie venga, acá existen otros códigos que van más allá de este estallido social. Acá los estallidos sociales son revoluciones constantes en el tiempo y en el espacio.

Cuántos nos estamos preguntando ¿Qué está pasando por los trabajadores de supermercados saqueados en algunas periferias desamparadas en lo político y social? Duele ver imágenes que dicen “en derrumbe”, como si el derrumbe fuera solo físico y estructural. ¿Cuántas vivimos en municipio donde sus alcaldes o alcaldesas nos han robado hasta la dignidad? Duele recorrer la ribera del Mapocho desde el Parque de la Familia hacia Quinta Normal, Cerro Navia y Lo Prado y ver un espacio desértico; soñar con la Costanera Sur, rompiendo el estigma de habitar la costanera pobre. Como sortear habitar al margen con diseños de espacios públicos, que, si bien han ido mejorando, aún develan la desigualdad incluso, en la forma de diseñar.

¿Qué está pasando en las periferias en su llamado de atención social? Tenemos que estar atentas/atentos. Muchos lugares están siendo invisibilizados y las familias están cargadas de dolor y desesperanza. Muchas de ellas/ellos no tenían, ni tendrán espacios de juegos, áreas verdes, ciclovías, centros culturales, ni menos movilidad. Muchas de ellas/ellos están marcadas por la represión histórica que se devela en la forma en que sus territorios fueron concebidos: al margen de todo. La desigualdad y la represión las y los sigue matando.

La Plaza de la Dignidad como la convergencia de las demandas de las periferias advierte también, que aquellos que están privilegiando la periferia de las élites, algún día serán enjuiciados. Carabineros debe recordar: Ustedes no son de la élite. Algún día se hará justicia. La élite no los protegerá. Recuérdenlo. Los abandonarán. La historia lo ha escrito.

Yasna Contreras Gatica
Residente y Vecina de Quinta Normal. Geógrafa. Académica del Depto. de Geografía – Facultad de Arquitectura y Urbanismo - Universidad de Chile.

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